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Traducciones literarias e imitaciones en periódicos decimonónicos

Durante el siglo XIX, diarios y revistas fueron un espacio fructífero para el oficio de la traducción. Se publicaron narraciones de carácter histórico, poesías y novelas, a partir de obras en idiomas como el francés, el inglés y el italiano.

Entre el amplio rango de traducciones aparecidas en periódicos como El Crepúsculo (1843-1844), Revista de Santiago (1848-1855) y El Progreso (1842-1853), se ejercitaron diversas formas que iban desde traducciones más o menos literales hasta adaptaciones. A este respecto, un caso distintivo de la manera de traducir en Chile durante el siglo XIX fueron las "imitaciones". En este tipo de texto, quienes traducían tomaban como inspiración la obra poética original para crear un texto lírico, que era considerado como una creación nueva, pero sin negar el influjo de la obra original, característica que evidenciaron al acompañar los títulos de las producciones con la especificación "imitación de"; aludiendo a un texto específico o al nombre del autor traducido.

En este sentido, para Miguel Luis (1828-1888) y Gregorio Amunátegui (1830-1899), mientras la traducción implicaba la fidelidad a la obra original pues "el traductor está en la obligación estricta de ser fiel intérprete de los pensamientos ajenos, y no puede ni alterarlos en lo menos si quiere cumplir con su objeto", la imitación era un ejercicio de creación por el que el imitador seleccionaba lo "bueno y exquisito" dejando los "defectos y negligencias" de la obra original para construir lo propio (Miguel Luis y Gregorio Amunátegui en Valero, María Alejandra. "Andrés Bello y sus traducciones de Victor Hugo: un ejemplo ilustrativo del proceso de construcción de las nuevas literaturas americanas en el proceso de Independencia". Mutatis Mutandis: Revista Latinoamericana de traducción. Número 6, 2013, p. 46).

De los diferentes intelectuales que practicaron la imitación en Chile, tales como Jacinto Chacón (1820-1898) y Hermógenes de Irisarri (1819-1886), la crítica ha dedicado estudios sobre esta forma de creación a Andrés Bello López (1781-1865), específicamente, acerca de sus imitaciones de Victor Hugo (1802-1885), que aparecieron en El Museo de Ambas Américas (1842), El Crepúsculo y El Progreso, entre 1842 y 1843.

Según Edoardo Crema, Andrés Bello llamó "imitaciones" a este tipo de obras que realizó con consciencia de los cambios que introducía a los textos originales. Dichas transformaciones tuvieron dos finalidades: ajustar las producciones ajenas a las emociones e ideas propias del traductor y extraer de ellas, por medio de un proceso de "poda de los elementos parasitarios y caóticos, las puras líneas armoniosas que aquellas poseían" (Crema, Edoardo. "El milagro de 'Los Duendes'". Estudios sobre Andrés Bello. Caracas: La Casa de Bello, 1987, p. 135).

Para María Alejandra Valero estas imitaciones deben estudiarse como parte de la obra poética original de Andrés Bello pues, gracias al proceso creativo involucrado, "al leer las imitaciones, el lector no obtendrá una reproducción de las imágenes románticas victorhugolianas sino una obra más cercana a su contexto de enunciación, un poema hispanoamericano, convirtiéndose de esta manera en un trabajo de reescritura que proyecta la imagen del poeta-traductor más que la del autor original" (Valero, p. 55).

Asimismo, según Valero, las imitaciones de Bello pueden ser leídas como parte de los primeros intentos de creación de una "lengua propia americana". Estas imitaciones fueron publicadas precisamente durante los años en los que se desarrollaba en Chile la intensa "polémica del Romanticismo", en la cual algunos intelectuales americanos postularon la necesidad de una lengua que pudiera dar cuenta de la nueva realidad americana.

Según Valero, en el proceso de traducción, "para Andrés Bello era de suma importancia la selección de la palabra adecuada, especialmente en las traducciones de textos literarios, pues era un medio para sentar las bases del castellano americano. En este sentido, podríamos otorgar a sus traducciones de poesía francesa una finalidad pragmática en el desarrollo lingüístico hispanoamericano que busca, por un lado, desprenderse del calco de obras europeas; y, por el otro, quiere evitar caer en una anarquía expresiva, tal cual sucedió con el latín luego de la caída del Imperio Romano" (p. 56-57).