En 1940, luego de egresar del Colegio Alemán de Valparaíso, Osvaldo Cori ingresó a estudiar Medicina en la Universidad de Chile. En esa escuela conoció a su maestro y amigo Francisco Hoffmann, creador y director del Instituto de Fisiología de la Universidad de Chile. Esta primera experiencia de formación lo hizo entrar de lleno en la investigación y el quehacer científico.

En 1950 Cori, becado por la Fundación Rockefeller, fue a prestigiosos laboratorios de Estados Unidos: al de Fritz Lipmann en Harvard, y al de Severo Ochoa en Nueva York. Ambos científicos recibieron el premio Nobel pocos años más tarde y se consagraron como pioneros de la Bioquímica mundial. Osvaldo Cori, por su parte, fue clave en la consolidación de la disciplina de la bioquímica en Chile.

A su regreso, Cori formó su propio laboratorio en la Facultad de Química y Farmacia de la Universidad de Chile, donde trabajó en colaboración con Aída Traverso, destacada investigadora quien además fue su esposa. Juntos profundizaron el área de investigación en bioquímica que Cori había iniciado en Estados Unidos.

En 1957 Osvaldo Cori fundó de la primera carrera de Bioquímica del país y Latinoamérica en conjunto con Luis Cerutti y César Leighton, lo que fue un hito en el proceso de profesionalización del científico al ofrecer una carrera universitaria a través de la cual se formarían investigadores. Esta disciplina era considerada tanto una ciencia básica como también aplicada, por lo que la formación de sus profesionales debía impregnar en estos sólidos conocimientos básicos y una visión amplia de las posibles aplicaciones en áreas como la industria alimentaria, laboratorios clínicos y asesorías clínicas. Desde ese lugar Cori formó a varias generaciones de investigadores, con el mismo estándar de excelencia que había adoptado tras su paso por los laboratorios del primer mundo. Cori fomentó, tanto en la carrera como en su laboratorio, un trabajo con impacto internacional, ya que consideraba que la calidad del científico se medía también por la capacidad de comunicar sus descubrimiento.

Cori enarboló la bandera de la ciencia e hizo suya la lucha por la valoración de ésta tanto en la universidad, como a nivel de políticas públicas y diversas manifestaciones culturales. Afirmaba que la ciencia debía ocupar un lugar preponderante en el desarrollo, y que su papel era aún más importante en los países de Latinoamérica.Cori defendió el valor de la investigación científica como un bien público. A lo largo de su vida escribió ensayos, se relacionó con políticos, mandó cartas al diario, participó en programas de radio y fue miembro de instituciones públicas, todo con el objetivo de apelar en Chile por "un ambiente en el que el hacer ciencia tenga carta de ciudadanía" (Cori, O., 1985). El último cargo público que ejerció fue la presidencia de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT) en 1985, poco antes de morir a sus tempranos 65 años.

Minisitio desarrollado en colaboración con la Fundación Ciencia y Vida.