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Libros que conformaban las bibliotecas coloniales

En las primeras bibliotecas que se conformaron en tiempos de la colonia en Chile, primaron las obras de jurisprudencia, de carácter religioso e historia, en consonancia con los libros permitidos por la corona española en su tarea de afianzar su sistema político y religioso. Entre los libros de derecho y de política más frecuentes se encontraban Las 7 partidas, Política para corregidores y señores de vasallos de Jerónimo Castillo de Bobadilla y diversas recopilaciones sobre las leyes de Indias.

Entre las obras religiosas se encontraban catecismos, sermones, vidas de santos y breviarios. El libro religioso más famoso de la época era Flos Sanctorum de Pedro Ribadeneyra, un compendio de las vidas de Cristo y los santos que tuvo numerosas ediciones. Los libros de exequias como Exequias de la reina Isabel de Lima o Exequias de Doña María de Velázquez también se repetían en numerosas bibliotecas y servían de modelo para las ceremonias fúnebres locales.

Los libros científicos, literarios y misceláneos recién comenzaron a aparecer a mediados del siglo XVIII, momento en que las obras jurídicas disminuyeron su presencia en los estantes de las bibliotecas y los libros religiosos, pese a que aún eran numerosos, introdujeron facetas diferentes como se advierte en el libro Delicias de la Religión del jesuita Juan Crosiet.

Las obras de historia conservaron su importancia e introdujeron nuevas interpretaciones críticas. El libro más significativo, tanto por su presencia en los inventarios de bibliotecas como por representar el nuevo espíritu ilustrado, es Historia de Carlos XII, rey de Suecia de Voltaire y las Disertaciones históricas del Orden y Caballería de los Templarios e Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar océano de Antonio de Herrera y Tordesillas.

Los libros sobre medicina y viajes –como el Primer viaje alrededor del mundo de Antonio Pigafetta y Relación del viaje por el mar del sur las costas de Chile y Perú durante los años 1712, 1713 y 1714 de Amadeo F. Frezier– también incrementaron su presencia en las bibliotecas del periodo.

Las obras sobre ciencias físicas, matemáticas e historia natural también experimentaron un considerable aumento, así como los libros sobre el arte militar, navegación, arquitectura y economía.

En cuanto a la literatura, algunos de los títulos más frecuentes de las bibliotecas correspondieron a autores del Siglo de Oro español como El Quijote de Cervantes, Autos Sacramentales de Calderón, así como Clarisa o historia de una señorita del escritor inglés Samuel Richardson, libro que marca la aparición de la literatura romántica. Robinson Crusoe también se encontraba en varias bibliotecas, al igual que el libro Emilio de Jean-Jacques Rousseau.