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Reconfiguración de las experiencias de la niñez, adolescencia y juventud

La mayoría de las publicaciones escolares nacieron como órganos de y para los estudiantes con el objetivo de constituir espacios para la difusión de ideas, creaciones, opiniones, obras literarias, poéticas, satíricas, además de reflexiones en torno a la educación y a la vida escolar. A pesar de la diversidad de experiencias y formatos que las caracterizaron, es posible distinguir secciones comunes como aquellas dedicadas a relatar las efemérides de cada comunidad escolar o difundir las actividades de sus estudiantes en academias, ateneos, instancias deportivas o scouts.

En este patrimonio documental especialmente interesantes son las revistas y los periódicos fundados por estudiantes de escuelas primarias donde niños de 9 a 13 años escriben sus reflexiones, dejándonos algunas pistas sobre cómo se experimentaba la infancia en el siglo XX. Este fue el caso de "Un grupo de muchachas quijotescas que sueñan con llevar a la práctica ideales locamente concebidos" y se lanzaron a editar la revista Destellos con la esperanza que fuera "el porta-voz del niño ariqueño" (Destellos, Año I N° 1, Arica, 23 de octubre de 1928).

Si bien las publicaciones estudiantiles revelan las impresiones de sus alumnos y alumnas, también grafican las prácticas y normas de instituciones altamente jerarquizadas como escuelas y liceos. La mediación de otros actores educativos varía de una edición a otra, expresándose por ejemplo en artículos narrativos e informativos que se asemejaban bastante a los de publicaciones comerciales dirigidas a los adultos. Lo mismo se puede establecer en relación a las ilustraciones que por lo general seguían los parámetros sugeridos por los especialistas. Más explícitas son tachaduras y otros tipos de censuras a revistas ya impresas, operaciones que acompañadas de silenciamientos sobre circunstancias menos edificantes y más problemáticas de la vida escolar, demuestran prácticas de revisión, modelamiento y reescritura por parte de los maestros, los directivos e incluso las familias que rodeaban la producción de estas ediciones estudiantiles.

Más allá de los discursos institucionales, los actores escolares tuvieron posibilidades de resistir y transgredir las normas a partir de su pluma, construyendo sus propias narraciones e interpretaciones a través de la lectura, la escritura y la ilustración. Esta relativa autonomía se puede apreciar en secciones sobre la convivencia interna o efemérides liceanas donde se emplea un lenguaje menos formal y que formaba parte de los códigos con que los estudiantes compartían en los entornos educativos y se diferenciaban de otros actores del sistema escolar. Este mismo fenómeno se puede observar también en títulos de publicaciones que se relacionan con el humor de sus jóvenes creadores como El Chinche, El Monigote, Carcajada, Run-Run, entre otros. Una tensión interesante, en este sentido, es la que se presenta en las gráficas del Andarín de Concepción donde se encuentran y diferencian, por una parte, el niño "suplementero", que trabajaba en la venta de diarios, gritando "¡L´andarin patrón!"; y, por otra, los niños y las niñas que escribían en sus páginas y los pequeños lectores que consumían esta revista infantil.