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Fanales en el arte colonial

Además de las representaciones de vidas de santos y la crucifixión, el nacimiento de Jesús fue uno de los temas religiosos recurrentes en las manifestaciones del arte colonial. Entre cuadros y esculturas que llegaban desde Cuzco, Potosí o Quito como objetos artísticos privilegiados, los fanales quiteños del siglo XVIII y otros objetos destinados a la devoción circularon también por el continente americano.

Los fanales son figuras policromadas talladas en madera que representan al Niño Dios acompañado de diferentes objetos de diversos materiales (piedra, cera, metal, nácar o cerámica). Estas figuras eran traídas a Chile, según el investigador Emilio Vargas, para su uso "en conventos, capillas y oratorios particulares hasta entrado el siglo XIX". En su contexto original, estas obras fueron concebidas con "un carácter devocional privado, aludían a una intimidad e invitaban a la devoción silenciosa alejada de elaborados rituales multitudinarios" ("Materia e idea. El ingreso del fanal al museo". Fue nuestro gozo cumplido. Fanales de la colección del Museo La Merced. Santiago: Museo La Merced, 2016, p. 10).

Inicialmente, la cúpula de cristal que actualmente cubre los fanales -y de la cual deriva su nombre- no formaba parte de su estructura. Esta se incorporó al objeto de devoción durante el siglo XIX. Además de servir al propósito de proteger la figura del Niño Jesús, contribuye, según Rolando Baez, a configurar una especial división del espacio, "remarcando el adentro y el afuera, claramente. Nos indica que los dos espacios son diferentes en sus valores: uno sagrado (adentro) y el otro profano (afuera). Protege al Niño y nos recuerda que se puede mirar, pero con distancia" (Baez, Rolando. "Introducción". Fue nuestro gozo cumplido, p. 8).