Julio Bertrand era un artista sensible que se dedicó a desarrollar múltiples disciplinas, haciéndolas converger en la arquitectura y la fotografía. Bailarín, pintor y pianista, Bertrand fue públicamente arquitecto y privadamente fotógrafo, pasatiempo del que no tuvieron noticia ni siquiera sus amigos de Los Diez.

En su archivo fotográfico, que abarca su trabajo desde los 16 años hasta su temprana muerte, deja una mirada de autor que cubre un amplio rango, desde una impronta periodística -como en las fotografías de la visita de diplomáticos en Santiago- hasta imágenes de su vida cotidiana y familiar que permiten conocer el Chile del Centenario y su oligarquía.

Entre 1905 y 1907 se puede identificar una etapa de aprendizaje en la que la cámara lo acompañaba en todo momento, lo que le permitió registrar escenas campestres, en la playa, paisajes naturales y las costumbres cotidianas en Santiago.

A partir del viaje que realizó en 1907 se inicia un nuevo momento en su etapa como fotógrafo que se caracteriza por realizar un catastro de viaje, con detalles de la arquitectura europea, así como de sus pueblos y formas de vida, donde pone de manifiesto la relación del hombre con su entorno.

En 1911, de vuelta en Chile, inicia un largo periodo de retratos familiares, en la intimidad del hogar y alejados de los estudios fotográficos cerrados y artificiales que existían en la época. Con su mirada de autor pone el foco en los gestos de sus más cercanos, jugando con las luces y las sombras que acentúan el tono íntimo de su registro.