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Primeras casas editoriales de música

Las casas editoras publicaban y distribuían creaciones musicales compuestas por músicos tanto nacionales como extranjeros. Estas partituras -que eran compradas para luego ser interpretadas en salones o cantinas- se imprimían a través de un proceso litográfico que, hacia el año 1870, fue siendo reemplazado por el procedimiento industrial del fotograbado.

Entre las casas editoriales más importantes se encontraba la Niemeyer e Inghirami. Fundada en 1851 y con sede en Hamburgo y Lima, tenía una cantidad importante de partituras traídas desde el extranjero, a la vez que exportaba las publicaciones que se realizaban en Chile. Un caso destacado fue el del vals Armando il gondoliero compuesto en 1858 por la chilena Delfina Pérez (seudónimo de Delfina de la Cruz, esposa del expresidente Aníbal Pinto) y que fue distribuido en Alemania con una tirada de quinientos ejemplares.

Por otra parte, la de Eustaquio Guzmán era la casa editorial más reconocida de la edición y distribución de música a nivel nacional. Haciendo notables esfuerzos importaba no solo partituras, sino que también diversos instrumentos musicales, situándose entre las primeras en producir colecciones temáticas atractivas para su público. Un ejemplo de ello fue el Álbum musical de señoritas publicado en 1856.