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Hinchadas

El concepto "hincha", según señala el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su libro El fútbol a sol y sombra, aparece en Montevideo, capital de Uruguay. A principios del siglo XX en el club Nacional de dicha ciudad trabajaba como utilero un hombre llamado Prudencio Miguel Reyes, talabartero de profesión, que se ocupaba, entre otras tareas, de inflar con aire ("hinchar") los balones antes de los partidos. Reyes, además, era un fanático del equipo y con sus arengas y gritos, sorprendía al resto de los espectadores, que en esa época, observaban los partidos en respetuoso silencio. Así, el "hincha de Nacional" se hizo conocido y creó un nuevo concepto que se extendió por Sudamérica para referirse a los fanáticos del fútbol.

En Chile, los asistentes a los matches de football de principios del siglo XX no pasaban de ser aficionados al deporte. En un espacio social eminentemente masculino, la vestimenta formal era casi una obligación. Ir a ver fútbol era una actividad social relevante, como ir al teatro o al cine, en años donde el balompié aumentaba su popularidad, pero continuaba siendo menos importante que el boxeo o el atletismo.

Con la implantación de los primeros torneos de carácter oficial, y más aún con el comienzo del campeonato profesional en 1933, se pasa del espectador respetuoso y silencioso, que solo emitía exclamaciones de apoyo o desaprobación después de un gol, a un aficionado más activo, que acompaña las jugadas. La prensa de la época registró esta transformación con cierta alarma señalando que en algunos partidos el público abusa del garabato, del epíteto grosero. En un ambiente familiar y principalmente masculino los partidos se desarrollaban en tranquilidad y camaradería donde los gritos de apoyo eran espontáneos, y surgían para reconocer una buena o mala jugada y un gol. De hecho, hasta los años '80, serán tradicionales las "reuniones dobles" en estadios como el Nacional o el Santa Laura, en donde se dan cita aficionados de cuatro equipos.

La organización de las hinchadas va de la mano con el aumento del fanatismo por el deporte. Lentamente los seguidores de un equipo determinado comienzan a ubicarse en zonas específicas de los estadios, y comienzan a vestir e identificarse con los colores de la camiseta y con los jugadores de sus equipos, además de seguir apasionadamente la transmisión de partidos por la radio o los análisis del juego en revistas especializadas.

A fines los de los años 1970 aparece la primera barra organizada, llamada Barra Juvenil de Colo - Colo. Esta fue la primera en cantar en los estadios coordinados por una caja; en tener una bandera gigante y viajar por Chile para alentar al equipo.

En 1986 aparece la Garra Blanca de Colo - Colo y se ubica en el sector norte del Estadio Nacional. Dos años después surgen Los de Abajo, barra de la Universidad de Chile. Ambas serán las primeras barras bravas, fenómeno que se extenderá a casi todos los clubes del fútbol profesional chileno en la década de los '90.

Las barras bravas se tomarán el espacio público ocupado antes por el hincha, y normarán bajo sus propias leyes la participación y apoyo a los equipos durante los partidos.

Esto implicará que el hincha o aficionado deje de asistir al estadio y comience a ver los partidos en espacios privados, en torno a la transmisión televisiva, junto amigos y familiares.

Hoy, ser hincha es una forma de vida que traspasa todas las prácticas culturales y está mediada por la influencia de la televisión y las redes sociales que permiten que un chileno sea hincha de equipos de cualquier parte del mundo.