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La fotografía aficionada en Chile (1890-1920)

La fotografía aficionada chilena se desarrolló a partir de la década de 1890, impulsada por el abaratamiento de los costos ligados a la actividad fotográfica (cámaras, placas, revelado, etc.) y la fabricación de cámaras portátiles. Pertenecientes a sectores acomodados de la sociedad, los fotógrafos aficionados se desempeñaron en circuitos distintos a los de los fotógrafos profesionales y se interesaron por temáticas diferentes, alejadas de los retratos en estudio que constituían la producción principal de los profesionales.

Su trabajo revela aspectos inéditos de la vida de la sociedad de la época, al capturar en escenas espontáneas la actividad urbana, el quehacer cotidiano y las costumbres nacionales. Fueron los fotógrafos aficionados, de hecho, quienes por primera vez detuvieron la mirada en las barriadas populares, penetrando en el espacio doméstico de las familias más desposeídas y exponiendo sus precarias condiciones de vida. Este tipo de trabajos anunció lo que posteriormente sería considerado como fotografía de denuncia y aportaron un sustento gráfico al debate relativo a la cuestión social que desde fines del siglo XIX venía cobrando fuerza en la opinión pública.

La producción de estos amateurs logró cierta difusión gracias a la organización de certámenes fotográficos en diarios (El Mercurio, 1904) y revistas (Zig-Zag, 1907) destinados al público general. Por otra parte, surgieron publicaciones especializadas que promovieron y divulgaron la fotografía aficionada, publicando trabajos de los lectores y realizando concursos, como se aprecia en las páginas de la revista literaria y artística Instantáneas de Luz y Sombra.

Los fotógrafos aficionados mostraron un especial interés por los adelantos técnicos, siguiendo la tradición de la estereoscopía o, bien, introduciendo nuevos procedimientos, como sucedió con el autocromo en Chile en 1907.