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Recepción biográfica de Teresa Wilms Montt

Los textos dedicados a Teresa Wilms Montt han tenido una aparición irregular durante el siglo XX, luego de la publicación de Lo que no se ha dicho, su antología póstuma. Se ha constatado "un vacío temporal de textos críticos sobre la autora durante varias décadas. El primero, y quizá el más grande, se extiende desde 1924, fecha de la crónica 'Teresa Wilms y el Marqués de Bradomín', de Edwards Bello, hasta la década de los años cuarenta", momento en que Alberto Zambonini Leguizamón, Juan Ramón Jiménez (1881-1958) y María Carolina Geel (1913-1996) escribieron textos acerca de la autora. Desde este momento hasta la década de 1990 las publicaciones sobre Wilms Montt fueron intermitentes (Marrero, Erika. Teresa Wilms Montt. Escritura e identidad. Tesis doctoral Universidad de las Palmas de la Gran Canaria, 2015, p. 25).

Se ha planteado que "la mayoría de los críticos ha eludido el análisis sistemático de la poesía de Teresa Wilms Montt, prefiriendo centrarse en su azarosa vida y en uno de los signos exclusivos -y excluyentes-, de la mujer: su belleza" (Flores, Norberto. "Teresa Wilms Montt, discurso sentimental y crítica literaria de inicios del siglo XX". Nueva Revista del Pacífico. Número 43 y 44, 1998-1999, p. 141). En 1993, en el centenario del nacimiento de Wilms Montt, Ruth González-Vergara publicó la biografía Teresa Wilms Montt: un canto de libertad y al año siguiente sus Obras Completas. La biografía "provocó de inmediato un renovado interés por poner en valor su itinerario vital y su producción no solo en el terreno de las letras, sino también en el cine, el teatro y la música" (Marrero, p. 25).

Este interés en su "itinerario vital" en la década de 1990 se centró, especialmente, en los aspectos ligados a momentos adversos y dolorosos de su vida. Así, por ejemplo, ya desde el relato de sus primeros años se planteó que fue una persona "distinta" en el contexto que le tocó vivir: "Teresa Wilms Montt fue una mujer que se lo sufrió y jugó todo por hacer lo que realmente le gustaba: escribir. Sin embargo, no perteneció a la época que le tocó vivir, en pleno cambio de siglo, entre los años 1893 y 1921. Nació en cuna de oro con una perfecta belleza física. Fue la segunda de la familia y, como buena hija burguesa, las institutrices iban a su casa a hacerle clases. Desde pequeña demostró tener una personalidad distinta a la de sus cinco hermanas. Para su tiempo, era de corte rebelde" (Abusleme, Barefca. "A la conquista de un nombre". Cultura y Tendencias. Número 10, febrero-marzo 1999, p. 36-37).

En relación con el énfasis en el devenir trágico de aspectos biográficos de Teresa Wilms Montt, se le ha comparado con las escritoras Delmira Agustini (1886-1914) y Alfonsina Storni (1832-1928). Así, por ejemplo, se ha indicado que la une una "curiosa y trágica hermandad" con Agustini, pues "ella casó con un hombre machista, que solo sabía dominar y no entendía las sensibilidades artísticas, ni los mundos interiores. Ante la inminencia del divorcio, en reacción brutal, la segó de un tiro, porque, dijo, no respondía a su amor". Asimismo, con Storni, quien "asfixiada por la desventura, marchó al más allá hundiéndose en las olas y dejó desolados a cuantos la querían y admiraban" (Personne. "Leyendas de Teresa Wilms". El Sur. 11 marzo 1999, p. 3). Así también se ha indicado que "es verdad que Teresa Wilms Montt pasó por esta vida como una Magdalena. Su vida fue una tragedia -un desplazarse por el torrente del dolor- y constituyó, virtualmente, una constante inmolación. Algo hay en su pluma que nos hace recordar, insensiblemente a Delmira Agustini y a Alfonsina Storni. Tienen, al menos, un común denominador que es el verso desgarrado. Y las tres se suicidaron. La primera con su marido a los 28 años; Alfonsina a los 46 y Teresa a los 28. Una bala, el mar y el venoral, hicieron sus trabajos. Lamentablemente, su hermoso nombre ha sido tan olvidado como su obra. Pertenece más a la leyenda que a nuestras letras" (De la Lastra, Fernando. "Teresa Wilms o el afán de la autodestrucción". El Mercurio. 11 marzo 1990, p. E13).

Hacia el siglo XXI, se ha evidenciado un cambio de perspectiva en el interés por Teresa Wilms Montt, pues "numerosos críticos han hablado sobre aspectos concretos de los libros de Teresa Wilms desde un punto de vista más filológico" (Marrero, p. 26) y también se han publicado varias tesis en torno al análisis de la obra literaria de la autora.